
Era un caminante. Iba al frente en las malas y se perdía en los festejos. Solo una vez la multitud escuchó su voz herida de metralla. Esa noche, viejos y jóvenes, vieron su rostro lleno de tortura y fierro y que habría patria para todos confirmaron para siempre.
Hace quince años que nadie lo ve caminar. Pero desde Bella Unión a Montevideo se sabe que anda clandestino y entero. Mira como conspiramos, escucha nuestras quejas. Olfatea nuestros miedos, adivina nuestros amores y peleas.
Aunque no lo veamos, silencioso y austero, en el triunfo que se avecina Sendic estará presente.
Carlos Caillabet
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